Bajo la apariencia de un conserje normal, un anciano abusaba de una niña, ofreciendole golosinas, vecina del edificio, de forma que consiguió en reiteradas ocasiones realizarle tocamientos. Ya una vez la niña obtuvo la mayoría de edad, desveló los abusos sufridos que había callado durante tantos años e interpuso denuncia por estos hechos. Este despacho se personó como acusación particular en su defensa, consiguiendo finalmente una sentencia condenatoria para el acusado de forma que se le impuso dos años de prisión y el abono de 6000 € de indemnización.
A veces, nos toca pasar por uno de estos trances tan delicados, no solo para la víctima, sino para la familia y allegados. En otras ocasiones es más difícil simplemente porque la víctima es tan pequeña, que no entiende la situación. Como padres tenemos que estar preparados para afrontar esto, pero como lo detectamos?. La Guardia Civil, nos proporciona algunos elementos que pueden darnos indicios acerca de si nuestro hijo o hija están siendo sometidos a abusos sexuales:
Cambios extremos de comportamiento, como:
- Pérdida del apetito.
- Mucho llanto.
- Pesadillas.
- Miedo a la oscuridad.
- Retrocesos en el comportamiento, como:
- Empezar de nuevo a orinarse en la cama.
- Chuparse el dedo.
- Expresión de algunos aspectos de las actividades sexuales mantenidas, mediante dibujos, fantasías o juegos.
- Rechazo con mucha energía a ir a la escuela.
- Sentimiento de miedo a una persona específica o a ser dejado en un lugar.
- Muestra de una agresividad poco común.
- Autolesiones o accidentes frecuentes, pudiendo incluso llegar a presentar conductas suicidas.
- Ropa interior rota, manchada o anormalmente sucia.
- Sangre en la vagina o el recto, dolor, picor o inflamación en los genitales.
- Padecimiento de alguna infección vaginal.